miércoles, 23 de enero de 2013

Y a día de hoy sólo nos queda el pasado.

Y a día de hoy sólo nos quedan dos corazones heridos, dos millones de recuerdos, quizá más, que almacenar en algún recóndito lugar de la memoria donde no duelan, ni estorben, ni se claven como puñales, ni escuezan como la escarcha. A día de hoy no nos queda nada, ni Venecia, ni siquiera nos queda Roma, no nos queda el amor, mi amor. Entre calada y calada, entre suspiro y suspiro. Se escapó el amor por esos escasos dos milímetros que tantas veces han separado tu cuerpo del mío. Se esfumaron tus ganas de mí por la ventana abierta de las noches calurosas en nuestra casa de París. Solo quedaron palabras hirientes y huecos vacíos, quedó tu olor enredado en mi pelo, la huella eterna de tus labios en mi pecho. Luchamos a contracorriente de esta estúpida realidad. Me quedé yo sola en esta cama, tan ingenua, tan enamorada, tan perdida, tan encaprichada. Me quedé con la sombra de nuestros proyectos, con el granito de arena que convertimos en una montaña. Con el aliento de un futuro juntos que el destino ha querido arrebatarnos. Me he quedado sola maldiciendo a Cupido por lo bajo. Sola ahogándome en un mar de llanto. Ya no nos queda ni Roma, ni Venecia, no nos queda ni el amor, ni siquiera nos queda París…

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